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Pérdida de los padres en la adultez: un duelo no autorizado.

  • Foto del escritor: Ileana Montero
    Ileana Montero
  • 17 nov 2021
  • 3 Min. de lectura

La pérdida de los padres en la vida adulta generalmente nos llega cuando tenemos nuestra propia familia o independecia, lo cierto es que en este proceso de duelo se replantean muchas cosas, surgen nuevos cambios y roles también, pero también necesidades, como el apoyo familiar y externo de los amigos y personas de nuestro entorno. A pesar de que el duelo es un proceso natural, en algunos tipo de pérdidas como esta el doliente puede no recibir el apoyo o comprensión necesaria como en otros duelos. En ocasiones los demás dan por sentado que por la naturaleza de la pérdida el proceso de adaptación e integración del doliente debe ser más rápido, y nos podemos sentir “sin derecho” a mostrar lo que sentimos o cohibidos de expresar lo que la pérdida verdaderamente representa para nosotros. Cuando los dolientes no reciben ese espacio o presión externa tienden a aislarse. El doctor Kenneth Doka define que "Las personas con pérdidas no validadas sufren en silencio, no reconocen la real causa de su sufrimiento, sin contexto para entenderlas, recibiendo poco o ningún apoyo ni reconocimiento de los demás”.

La pérdida de ambos padres en la vida adulta trae consigo cambios y retos para los dolientes, sobretodo en este tiempo que aún vivimos de Pandemia por Covid19 pueden sumarse elementos a este duelo como las que ya hemos vivido a nivel mundial: restricciones de visitas con los adultos mayores por el protocolo de seguridad que trae distanciamiento forzado, así como reacciones intensas por aquellos que fallecen durante este tiempo por otras causas o por el virus, viven el proceso de los rituales funerarios con limitaciones.

La muerte de ambos padres en la adultez marca el final de tener padres en este mundo, algunos se llaman “adultos huérfanos” lo que los enmarca en la categoría de estar sin padres, aunque algunos no se identifican con la misma. Pero ¿cómo se siente y qué lo caracteriza? Algunos no pueden describirlo y expresan ”sensación de “vacío” “sin nido”, “sin amparo”, es importante destacar que identificarlo nos ayuda a gestionarlo. Mientras los padres viven mantienen un rol activo en nuestras vidas, nos sentimos amparados y protegidos, aún en la adultez tener a “papá o mamá”, nos hace sentir seguros, que alguien nos da seguimiento y cariño, aún en la distancia, cosas que perdemos cuando el último fallece.

Pero, en esencia ¿qué es lo que perdemos? Perdemos algunas cosas que pocos pueden entender porque no se reconocen o comparten públicamente: la fuente de seguridad y amor incondicional, la casa materna o paterna que es nuestro refugio, nuestros admiradores, quienes vitorean nuestros logros y comparten las adversidades de la vida, un hombro en el cual llorar y/o una mano que da soporte, confianza, con quien contar para guiarnos o aconsejarnos; recordemos que en algunas culturas ante la incertidumbre siempre contaban con la sabiduría y consejo de los mayores, y algo así nos pasa a los hijos adultos. Perdemos parte de nuestra rutina ya sea que vivan con nosotros o no. Nuestros hijos pierden a los abuelos, cuyo rol es activo en el cuidado y/o actividades de los nietos. Con la pérdida de ambos padres perdemos esas memorias que traen las ocasiones especiales como cumpleaños, graduaciones, bodas, nuestra familia de origen y algunos rituales, pues los padres constituyen el elemento central de reuniones y celebraciones familiares.

Nuestro rol también cambia, nos convertimos de repente en los mayores de la familia, y los responsables de crear nuevos rituales o mantener las viejas tradiciones modificadas, en algunos casos uno de los hijos, generalmente el mayor ejerce este rol de perpetuar o innovar nuevos rituales. En algunos casos también puede haber rupturas relacionales dolorosas y separación de los hermanos por diferentes situaciones, a veces profundas e irreconciliables también. Los cambios dependerán de múltiples factores a evaluar en cada caso, cada uno es diferente. En algunos casos los duelos desautorizados tienden a incrementar la intensidad de las reacciones que pueden complicar el proceso de duelo. Si para Ud. resulta su primera pérdida la gestión de este duelo marcará sus duelos posteriores, si siente que necesita asistencia psicológica para gestionar la pérdida no reconocida por los demás, búsquela.

Sea cual sea la causa de la muerte, anticipada o inesperada de uno o ambos progenitores cualquier manifestación o forma de respuesta en relación a la misma es válida. Vivir un duelo no validado tiene sus retos, reconozca lo que siente y permítase vivirlo. No se compare con otros dolientes, el duelo no tiene un tiempo, respete el suyo y sea paciente consigo mismo(a). Lo único verdadero es que sus padres tuvieron directa incidencia en quién es usted hoy día, su relación fue única y su legado vivirá por siempre, a pesar de que algunos no lo visualicen. Aún no estando están, así es el duelo, el amor nunca muere y la conexión será eterna.




 
 
 
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